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LADRILLOS



Los ladrillos se clasifican entre los materiales que se obtienen mediante la colocación de arcillas naturales previamente moldeadas, o materiales cerámicos
Las operaciones que comprende la fabricación de ladrillos pueden resumirse como sigue:
* Extracción y trituración de la arcilla
* Preparación y amasado de la pasta
* Moldeo
* Desecación
* Cocción
El moldeo se efectúa con unas máquinas llamadas galleteras o con prensas. La cocción se lleva a cabo en hornos fijos o intermitentes, continuos, etc.
"Ladrillo es toda pieza destinada a la construcción de muros, generalmente en forma de octoedro, fabricada por cocción con arcilla o tierra arcillosa, a veces con adicción de otras materias"
 
TRATAMIENTO DE LA ARCILLA PARA LA FABRICACIÓN DE LADRILLOS
El largo proceso de la fabricación cerámica, desde la extracción de la arcilla hasta su ulterior cocción, es campo de estudio de numerosas ramas científicas, entre las que cabe citar la Historia, la Arqueología, la Etnoarqueología y la Etnología. Los datos e informaciones con los que el arqueólogo y el historiador cuentan son insuficientes para estudiar en toda su extensión el proceso fabril y la organización interna de los alfares. Por ello, se impone un sistema de trabajo multidisciplinar, en el que se aúnen los esfuerzos y conocimientos de todas las ciencias que estudian la fabricación de cerámica. Con respecto a la arcilla como material de construcción es necesario distinguir entre la arcilla sin cocer (tapial o ladrillo de adobe) y la arcilla cocida en su forma más habitual, el ladrillo, propiamente dicho.
Entre las ciencias que aportan mayor información se encuentran la Etnología y la Etnoarqueología, debido a que estudian el proceso de fabricación tradicional, lo que permite obtener testimonios de primera mano sobre la actividad alfarera en la antigüedad.
Sin embargo, las técnicas no industriales constituyen un conjunto poco estandarizado y las variaciones regionales e incluso locales son muy abundantes. Esto se debe ante todo al carácter artesanal e individual de las realizaciones y a los diferentes acabados finales que se pretendía conseguir.
A continuación se expone una breve síntesis del conjunto de actividades encaminadas a la obtención de piezas cerámicas. Muchas de las técnicas que se refieren siguen siendo empleadas hoy día por alfares de producción artesanal.
Los pasos seguidos para la fabricación cerámica eran:
Extracción: La obtención de arcilla podía realizarse de muy diversas formas, aunque dos eran los procedimientos fundamentales de extracción, en función de la situación de la pasta cerámica.
La arcilla que se hallaba en la orilla de los ríos y en superficie se conseguía cortándola en bloques. Resultaba un sistema sencillo y que permitía la obtención de la pasta en numerosas zonas. Este tipo es fácil de obtener pero  tienen el inconveniente de portar gran cantidad de materia orgánica que deberá ser eliminada para la correcta cocción de la cerámica.
 
En lo que se refiere a la formulación, la materia prima de los ladrillos es una mezcla dosificada de arcillas y arena cuarzosa, que puede llevar otros componentes minerales o bien de forma intencionada (aditivos para dar o quitar color), o porque la materia prima los contenga y no sea fácil eliminarlos. Por ejemplo, en algunos casos la arcilla o la arena contienen carbonatos o materia orgánica, que son componentes indeseados, ya que durante la cocción se comportan de forma distinta a los componentes habituales.                   
El proceso de fabricación tiene como paso principal la cocción. Esta se lleva a cabo a temperaturas de entre 600 y 1000ºC, y da origen a la fusión parcial de los componentes de la fórmula, lo que a su vez da origen a un componente cementante que es el que da compacidad al ladrillo. En función de la formulación concreta necesitaremos diferentes temperaturas de cocción, y si ésta no es adecuada obtendremos un producto cuyas propiedades serán distintas a las esperadas.

CONDICIONES QUE DEBEN REUNIR LOS LADRILLOS
 
a).- Ser de masa homogénea.
b).- No tener grietas, hendiduras.
c).-Tener forma y dimensiones iguales para que las hileras sean del mismo   espesor.
 d).- Igualdad de color.
e).- Sonido metálico por percusión y no frágiles.
f).- Facilidad al cortarlos.
g).- No absorber más del 15% de agua a las 24 horas de inmersión los de buena calidad  y 20% los de tejar.
h).- No ser heladizos.
i).- Resistir a la compresión de 200 a 70 Kg/cm2, según la calidad
La arcilla enterrada debía extraerse de forma parecida a la que se utilizaba en las minas a cielo abierto. El procedimiento consistía en cavar hasta encontrar una veta arcillosa, que era expuesta completamente, separándola de las capas de tierra y vegetación. Se creaba de esta manera una mina a cielo abierto de la cual se obtenía la arcilla cortándola en bloques.
La situación geográfica del alfar estaba íntimamente relacionada con el lugar en el que se obtuviese la materia prima con el objetivo de facilitar su transporte o incluso eliminarlo completamente.

Depuración de la pasta: antes de ser modelada, la arcilla debía someterse a diversos procesos de depuración encaminados a reducir la cantidad de elementos extraños (piedras, vegetación, conchas...) que se encontraban en la pasta tras su extracción. Se trataba de un conjunto de procedimientos de suma importancia, pues de ellos dependía en buena medida que la arcilla tuviera las características necesarias para ser modelada y resistir la cocción. La intensidad del proceso estaba determinada por la calidad del objeto que se pretendía obtener: así, la cerámica de lujo necesitaba una pasta muy depurada, mientras que los ladrillos y adobes requerían un menor esfuerzo de limpieza.

Existían diversos sistemas entre los que cabe señalar la limpieza a mano, la depuración por la acción de los agentes naturales y el filtrado en agua. Estos métodos se utilizaban para la fabricación de vasijas, que requerían una pasta más fina para su cocción; sin embargo, rara vez se incluían dentro del proceso fabril del ladrillo, cuya depuración era menor y se pasaba directamente de la extracción al amasado.

Amasado:
Se realizaba para dotar de flexibilidad y homogeneidad a la arcilla. También tenía la función de dar uniformidad interna a la pasta, eliminando las pequeñas cámaras de aire que se formaban dentro de ella y que creaban zonas de menor resistencia.
La arcilla utilizada para fabricar ladrillos se sometía a un amasado específico que consistía en colocar pequeñas cantidades de materia prima humedecida sobre una superficie plana y espaciosa al aire libre, donde el alfarero la sometía a un amasado continuo con los pies. (Ver figura 2). La operación podía prolongarse varias horas, durante las cuales se eliminaban aquellos cuerpos extraños que eran detectados con el pie.
Durante el amasado se añadían elementos (conocidos con el nombre de desgrasantes) que conferían a la pasta una mayor resistencia y una menor contracción durante el secado.
En el caso concreto del ladrillo de adobe se trataba de arena y paja, mientras que los ladrillos cocidos no incluían el último elemento. El barro del río Nilo reduce su tamaño casi un 30 % cuando se seca; sólo la acción de los desgrasantes permitía que los adobes se mantuvieran compactos y sin quebrarse.

Modelado:
Es el momento en el que la arcilla pasa de constituir una pasta amorfa a presentar un cuerpo definido, con personalidad propia. Durante la antigüedad se llevaron a cabo tres tipos de modelado para la obtención de vasijas: el modelado a mano, el modelado a torno y el modelado a molde.
El modelado de ladrillos tenía sus propios procedimientos que es posible reconstituir gracias a la información histórica (pinturas murales de tumbas egipcias y fuentes literarias romanas) y al estudio de los alfares actuales que producen con técnicas tradicionales. (Ver figura 3). La mezcla de arcilla y otros elementos (paja y arena), una vez se había constituido en una masa compacta y homogénea, se vertía en un molde paralelepípedo que podía estar recubierto con una fina capa de arena para evitar que se pegara. El alfarero eliminaba con la mano o con un trozo de madera la pasta sobrante y levantaba el molde intentando no deshacer el ladrillo. La operación se repetía tantas veces como fuera necesario, dejando entre uno y otro ladrillo el grosor de la pared del molde. En países como Egipto, la cercanía a campos con paja y la proximidad de una fuente inagotable de agua facilitaban de gran forma la rapidez en el modelado de ladrillos. Una cuadrilla de cuatro albañiles fabrica tres mil ladrillos diarios en el Egipto moderno siguiendo el procedimiento antiguo. Aun admitiendo que la velocidad de producción fuera menor en época faraónica, la cantidad total sería considerable.
Los ladrillos cocidos están a veces estampillados con diversos motivos como el nombre del fabricante, del comerciante, del emperador reinante, de los cónsules... Esta costumbre comienza en Mesopotamia, aunque también se llevará a cabo en Egipto y Roma.
El tamaño de los ladrillos, una vez se afianzó el proceso de fabricación, se fue estandarizando para facilitar la construcción de muros. Vitrubio y Plinio indican cuáles son las medidas más frecuentes para los ladrillos crudos (Lidio 29.6 x 14.8; tetradoron 29.6 x 29.6; pentadoron 37 x 37). A pesar de que los estudios del mismo tipo para el Próximo Oriente y Egipto no están tan avanzados, se cree que las dimensiones del ladrillo también serían homogéneas, cuando menos por regiones y alfares.

Secado:
Durante este proceso, la pieza modelada perdía el agua contenida en su interior, produciéndose una disminución de tamaño que podía arruinar el trabajo realizado. El secado debía realizarse de forma gradual y lenta, en lugar fresco y aireado, alejado de las fuentes de calor y las corrientes de aire. Vitrubio en su obra "De Architectura" defiende que las épocas del año más satisfactorias para orear las piezas cerámicas eran la primavera y el otoño, pues en ellas el secado se producía lentamente y sin cambios fuertes de temperatura.
Los ladrillos se secaban en la misma superficie en la que se habían modelado; a los tres días se les debía dar la vuelta, de manera que era necesaria una semana aproximadamente para que estuvieran en condiciones de ser apilados en grandes bloques. El autor romano Vitrubio aconsejaba que el material constructivo se dejara almacenado durante dos años antes de ser utilizado para optimizar su resistencia.

Cocción: Constituye la última y definitiva etapa de la fabricación cerámica y se llevaba a cabo con la ayuda de hornos que podían ser abiertos o cerrados. Los hornos cerrados fueron los que se utilizaron para la cocción de ladrillos y su tipología es muy amplia. El horno cerrado romano supone la culminación del modelo tradicional y está compuesto por tres partes fundamentales: el praefurnium (zona donde ardía la materia vegetal); la cámara de fuego (espacio en el que la llama se expandía) y; la cámara de cocción (lugar donde se cargaba y cocía la arcilla). Como se indicó antes, las posibilidades tipológicas y los materiales constructivos podían variar, quedando constancia de ello a través de los numerosos hallazgos de hornos en excavaciones arqueológicas. El empleado para la cocción de ladrillos (ver figura 4), aunque del mismo tipo que el usado para las vasijas, permitía una carga mayor en la cámara de cocción. La cochura era muy larga, con una duración aproximada de tres días, aunque variaba en función del tamaño de la hornada, de las características del horno y del material de combustión empleado.
El empleo de hornos abiertos para cocer enormes cantidades de ladrillos de una sola vez (método todavía practicado en Grecia y Turquía) no está atestiguado en la antigüedad.

Las aristas de un ladrillo reciben los nombres de:


* Soga, cada una de las cuatro aristas mayores
* Tizón, cada una de las cuatro aristas medianas
* Grueso, cada una de las cuatro aristas menores

En cuanto a las caras, se denominan:

* Tabla, cada una de las dos caras mayores (soga x tizón)
* Canto, cada una de las dos caras medias (soga x grueso)
* Testa, cada una de las dos caras menores (tizón x grueso)
Los ladrillos son piezas cerámicas, obtenidas por la cocción de mezclas dosificadas de materiales entre los que predominan siempre las arcillas. Su estabilidad en el entorno natural depende, además de de los factores externos, de dos factores propios: la formulación empleada para su fabricación, y el proceso seguido para la misma.
 
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                 

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